El extraño suicidio en el Hotel Sheraton

El extraño suicidio en el Hotel Sheraton. Descubre toda la verdad sobre el suicidio en el hotel Sheraton.

Son las cinco y media de la tarde y Nathaly sabe que va a morir. Lo saben los chicos ruidosos en el edificio de al lado que al verla a través de la ventana, se apresuran en darle play al grabador del teléfono móvil vaticinando lo peor. Lo saben los morbosos y casuales transeúntes anclados al pavimento esperando el show espontáneo y gratuito de la tarde antes de irse a casa a enfrenar sus patéticas vidas. Vamos, hasta lo sabe la señora campechana que vende anticuchos cruzando la calle y se persigna más de diez veces al verla a lo lejos, ay diosito no.

La muchacha en lo alto pelea con escasa fuerza por mantenerse en equilibrio parada en la cornisa del Hotel Sheraton del centro de Lima. Voltea aterrada varias veces. Voltea a mirar a alguien. Parece que habla con alguien. Se siente cómo el viento la golpea inclemente, como diciéndole ¡reacciona, no lo hagas!. Ella Recoge su falda, le grita una última frase al hombre alto, impasible, grisáceo, humanoide que se yergue inmutable tras ella y luego se lanza al vacío. ¡Crash!, 20 pisos más abajo, muere instantáneamente.

El extraño suicidio en el Sheraton Hotel

Suicidio, dicen.

Al día siguiente el reporte policial, forense, la prensa y los voceros del Hotel pretenden encubrir y minimizar el suceso, ¡oh sorpresa!. Que la mujer era Colombiana, mentira, era Venezolana. Que la mujer tenía 27 años, mentira, tenía 17. Que la mujer se llamaba Paola Dominice Pérez, mentira, su nombre era Nathaly Rikeros. Que la mujer era Cristiana, mentira, era Krishna.

Las preguntas ebullen en una olla infestada de grillos. ¿Por qué tanto secretismo?¿A que debemos el deshonor de tanta desinformación?

Aterricemos lo hechos. Digamos que pudo burlar sin mayor esfuerzo la torpe y sexagenaria seguridad del Sheraton para subir al área donde se supone nadie en absoluto tendría que tener acceso. Contemos, que la chica se dio el tripsazo de la vida al salir de Venezuela solo para llegar a Lima en pos de una muerte kamikaze, en un hotel random del centro histórico. Narremos que los Krishnas, de manera subliminal, inocularon en ella la idea de ir en busca de la reencarnación del alma, la purificación, el nirvana, inmolándose en caída libre. Suponiendo que todo esto no es absurdo, que no está jalado de los pelos y guarda relación cercana y absoluta con su móvil, su impulso, aquellas razones guardadas en su fuero interno que la motivaron a ponerle fin a su existencia aquel día.

Pero…

Alguien más se pregunta ¿quién es ese sujeto extraño, ese ente de casi dos metros, de contextura y color inusual parado detrás de ella? Si sabes lo que es un Creepypasta habrás relacionado de inmediato al grisáceo tío raro con Slenderman. Peligrosamente similar, diría yo, más allá de la conspiranoia claro está. …”Las historias y leyendas urbanas generadas en torno al personaje de Slenderman lo definen como un ente fantasmagórico/espectral que acecha, acosa, perturba y traumatiza a sus víctimas, especialmente niños…”[Wikipedia].

¿Dónde están las imágenes de las cámaras de seguridad del Hotel?  ¿Porqué razón ninguna autoridad competente infirió quién más acompañaba a la muchacha en esa lúgubre azotea?¿Qué era lo que Nathaly trataba de decirle al mortífago parado tras ella?

Nunca lo sabremos.

Un par de horas antes de su trágico desenlace ella escribió en su muro de Facebook un último mensaje:

“La magia es pasar por este mundo sin ser tocado”. Bueno pues, finalmente Nathaly no se dejó tocar. Prefirió saltar de un veinteavo piso antes que eso y francamente, si ese sujeto estuviese detrás mío esperando quién sabe qué, quizá también yo hubiese saltado.

Una imagen vale más que mil palabras. Juzguen ustedes mismos.

 

 

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